lunes, 16 de marzo de 2009

Combatiendo la Incredulidad PDF Imprimir E-Mail



Romanos 4:20-21. Sin embargo, respecto a la promesa de Dios, Abraham no titubeó con incredulidad, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, 21y estando plenamente convencidode que lo que Dios había prometido, poderoso era también para cumplirlo.

Hoy quiero hacer en el día de sentar las bases para una serie de mensajes llamada Combatiendo La Incredulidad. Con este mensaje tengo la esperanza de aclarar por qué existimos como iglesia; y dejar claro qué significa, en la práctica, vivir por la fe en la promesa de Dios.

La convicción tras esta serie, es que todos los pecados vienen por no creer en las promesas de Dios. Todas las sensaciones de pecados que experimentan nuestros corazones son por no creer en la sobreabundante voluntad y habilidad de Dios para obrar por nosotros en cada situación de la vida, a fin de que todo coopere para nuestro bien. La ansiedad, la vergüenza fuera de lugar, la indiferencia, el remordimiento, la codicia, la envidia, la lujuria, la amargura, el desaliento, el orgullo —todos son brotes, cuya raíz común es la incredulidad a las promesas de Dios. Permítanme ilustrárselo desde un texto familiar que tiende a desconcertarnos.

Cuando Pablo dijo en 1ra a Timoteo 6:10, “Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero” ¿Qué quiso decir Pablo? Él no se refería a una relación entre cada actitud pecaminosa y el dinero —a que siempre se está pensando en el dinero cuando se peca. Creo que Pablo quiso decir que todos los males que hay en el mundo provienen de una especie de corazón, o sea, del corazón que ama el dinero.

Ahora bien, ¿qué significa amar el dinero? Amar el dinero no es admirar ese pedazo de papel verde o esas monedas doradas. Para comprender qué significa amar el dinero primero tenemos que preguntar, ¿qué es el dinero? Yo respondería así: El dinero es simplemente un símbolo que representa a los recursos humanos. Existe para representar aquello que podemos obtener del hombre (¡No de Dios! “Todos los sedientos, venid a las aguas; y los que no tenéis dinero, venid, comprad y comed” Isaías 55:1). El dinero es la divisa de los recursos humanos.

De modo que el corazón que ama el dinero, cifra sus esperanzas, busca sus placeres, y deposita su confianza en lo que pueden ofrecerle los recursos humanos. Así que el amor al dinero viene a ser virtualmente, lo mismo que tener fe en el dinero —creer (confiar, tener la seguridad, o la certeza) de que el dinero suplirá nuestras necesidades y nos hará felices.

Por lo tanto, el amor al dinero, o creer en el dinero, es la otra cara del NO CREER EN LAS PROMESAS DE DIOS. No se puede confiar, o creer en Dios y en el dinero. Creer en uno significa no creer en el otro. El corazón que ama al dinero —que cuenta con el dinero para garantizar su felicidad, cree en el dinero—está dejando de contar con las promesas de Dios para garantizar la felicidad.

Así que cuando Pablo dice que el amor al dinero es la raíz de todos los males, implica que no creer en las promesas de Dios es la raíz principal de cada acto pecaminoso de nuestros corazones.

Todos los mensajes de este otoño tendrán como objetivo ilustrar y confirmar esta verdad; y proveer ayuda práctica para combatir esa raíz de incredulidad que amenaza con crecer en nuestros corazones una y otra ves, día a día. En cierto sentido, el tema principal de cada mensaje será el mismo: Luchar contra el pecado combatiendo la incredulidad en las promesas de Dios. O para expresarlo positivamente: Luchar para obtener justicia y amor en nuestras vidas batallando por mantener la fe en las promesas de Dios.

Esa es la idea general de esta serie de sermones. Pero hoy quería hacer establecer los fundamentos para estos mensajes, y mostrar cómo se relacionan estos fundamentos con la esencia de nuestra existencia cómo iglesia. Permítanme intentar hacerlo en los minutos que nos quedan.

La Iglesia Bautista Betlehem existe para la gloria de Dios. Él nos creó para su gloria (Isaías 43:7). Él nos predestinó ser sus hijos para su gloria (Efesios 1:6). Él nos hizo vivir para su gloria (Efesios. 1:12). Cualquier cosa que usted coma o beba, o cualquier cosa que haga, hágalo todo para la gloria de Dios (1ra a los Corintios 10:31).

Ya sea que hablemos de los cultos de adoración en Bethlehem, de cómo Bethlehem edifica el cuerpo de creyentes, o de cómo Betlehem lleva el evangelio a los incrédulos, la meta final es la misma en cada empresa —que Dios sea glorificado. Betlehem es una visión de un Dios Grandioso, Santo, Libre y amablemente Soberano -una visión de Dios para deleitarnos en la adoración, una visión de Dios para fortalecernos y nutrirnos en la enseñanza, y una visión de Dios para expandir su gloria en la evangelización y en las misiones. “Porque de El, por El y para El son todas las cosas. A El sea la gloria para siempre. Amén” (Romano 11:36).

¡Vayamos ahora al texto de esta mañana! Romanos 4. Si la meta de todo lo que hacemos es glorificar a Dios -exaltar su valor, resaltar su belleza, exaltar su excelencia, reflejar sus perfecciones- si esta es nuestra meta, entonces Romanos 4:19-21 nos da una visión esencial para poder cumplir nuestra meta.

Abraham, cuando tenía 100 años, obtuvo la promesa de Dios de que tendría un hijo, y Sara era vieja y estéril. Su respuesta, según Pablo, glorificó a Dios.

Y sin debilitarse en la fe contempló su propio cuerpo, que ya estaba como muertopuesto que tenía como cien años, y la esterilidad de la matriz de Sara; 20sin embargo, respecto a la promesa de Dios, Abraham no titubeó con incredulidad, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, 21y estando plenamente convencidode que lo que Dios había prometido, poderoso era también para cumplirlo.

Yo espero que usted esté de acuerdo en algo que este texto enseña: glorificamos a Dios al creer en sus promesas. Escuchen a Martín Lutero, quien consiguió sostenerse firmemente en esta verdad.

La fe. . .honra a aquel en quien se confía con la más reverente y alta consideración pues lo considera verdadero y fidedigno. No hay ninguna otra honra igual en estimación de veracidad y rectitud, con que honrar a aquel en quien confiamos... Por otro lado, no hay manera en que podamos mostrar mayor desprecio por un hombre, que considerarlo como falso y malo, y tener sospechas de él, como hacemos cuando no confiamos en alguien. (Selections [Selecciones], pág. 59).

Confiar en las promesas de Dios es la manera fundamental en la que se puede glorificar conscientemente a Dios. Cuando usted cree en una promesa de Dios, honra la habilidad de Dios para hacer lo que prometió, y honra su buena voluntad para hacer lo que prometió, y honra su sabiduría para saber cumplirla.

Anoche tuve que batallar contra la ansiedad de no creer que este sermón tomaría forma a tiempo para el servicio de esta mañana, porque comencé a trabajar muy tarde. Batallé creyendo en la promesa de 2da a los Corintios 12:9 (“Te basta mi gracia, pues mi poderse perfecciona en la debilidad”). Y cuando creí en la promesa, fueron glorificadas la habilidad de Dios, su sabiduría, y su buena voluntad para ayudarme. Cuando usted confía en alguien, lo honra al nivel más profundo.

Por consiguiente, si la meta de nuestra iglesia es glorificar a Dios en todo lo que hacemos, debemos hacer que nuestro objetivo sea pelear contra la incredulidad en todo lo que hagamos. Porque nada deshonra más a Dios que no creer en lo que él dice. O para decirlo positivamente, si nuestra meta es glorificar Dios en todo lo que hacemos, entonces en todo lo que hagamos debemos proponernos creer en las promesas de Dios. Porque Dios fue glorificado cuando Abraham creyó en la promesa de Dios.

Así que espero que ustedes puedan ver por qué pienso que ésta serie de mensajes es tan importante. Sino aprendemos a vivir por la fe en las promesas de Dios, no lograremos nuestra meta como iglesia. Sino aprendemos a batallar contra la incredulidad que ataca constantemente a nuestros corazones, entonces no lograremos glorificar a Dios. Y habría razón para que existamos.

Ahora bien, para establecer las bases para el resto de los mensajes permítanme decir tres aclaraciones sobre la fe que glorifica a Dios. Si les parece demasiado breve, por favor, sepan que cada una de estas tres verdades será abordada en cada sermón este otoño. Ahora solo quiero introducirlas y empezar a moldear la mentalidad de nuestra iglesia según la dirección Bíblica. Y así tengo la esperanza de motivarnos a encontrar nuevas formas de confiar en Dios.

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